Superar el egoísmo para encontrar la felicidad
- Larissa Guerrero

- Nov 2, 2018
- 4 min read
En ocasiones anteriores he hablado sobre la importancia de vivir la vida con un sentido de plenitud e incluso de aventura. La vida, bien se dice, solo se vive una vez. Una de las cuestiones más importantes de la vida es la felicidad, ¿quién no desea ser feliz? La felicidad es algo que buscamos todos los seres humanos por instinto, estamos programados para desear ser felices. Lamentablemente la felicidad es algo que, si bien buscamos o tendemos a ella por naturaleza, debemos trabajar y esforzarnos para conseguirla.
La felicidad no es un estado de ánimo ni surge cuando logramos satisfacer nuestros deseos, tampoco es el gozo por haberlos obtenido o logrado. La felicidad es algo mucho más complejo, en realidad hay tantos modos de entender la felicidad como seres humanos, e incluso tantos modos de felicidad como formas de comprender o asumir lo bueno. De forma muy general se ha dicho que la felicidad es la búsqueda y consecución del bien sumo, fin último o meta última. La pregunta que todos nos hacemos es ¿cuál es ese bien supremo o fin último?
Responder a la pregunta anterior es lo verdaderamente difícil, puesto que el bien puede ser algo discutible, lo que es bueno para mí no necesariamente es bueno para ti. Por otra parte nos lleva a considerar si en efecto, existe algo tal como el bien absoluto y universal. Me parece que la idea de un bien absoluto y universal no es del todo clara o cierta, pues, la comprensión del bien en general está vinculada a la época y a la sociedad en la que se vive, claramente podemos ver como lo bueno cambia entre una cultura y otra, pero sin duda hay algo tal como lo bueno para nuestra naturaleza.
Desde nuestra realidad actual como cultura occidental, el bien está estrechamente vinculado con el placer, lo material. Somos una sociedad hedonista, esto no es ninguna novedad. Nuestra cultura ve como bueno el que los placeres sean inmediatamente satisfechos, sin que realmente nos importen o interesen los deseos de los demás. Por otra parte, de esta forma es que la felicidad se asume como un elogio a la propiedad, la riqueza, a tener, la capacidad de ser consumidor. Nuestra sociedad es así puesto que de una forma u otra somos hijos del contractualismo de Hobbes y pensamos en mayor o menor medida que la sociedad es simplemente un instrumento que nos ayuda a proteger ciertos derechos y a producir algunos bienes en mayor cantidad.
Somos, queramos o no, producto y herederos del individualismo, estamos convencidos que cada uno de nosotros (de forma autónoma e individual) somos arbitro de lo que es bueno o no, correcto o incorrecto, que las personas de forma individual solas pueden juzgar la universalidad de cada una de sus acciones. Sin embrago, si somos cada uno de nosotros de forma individual, los únicos permitidos a juzgar las acciones propias, también se puede decir que entonces, somos los únicos en establecer qué es lo que me hace feliz como individuo. Siguiendo el razonamiento anterior, podemos explicar porque cada vez nos vemos rodeados de sujetos que buscan la felicidad de forma egoísta. El egoísmo es un ingrediente necesario para nuestra sociedad individualista. Matthieu Ricard afirma que: “Imaginar la felicidad como la satisfacción de todos nuestros deseos y pasiones es confundir la aspiración legítima de sentirse realizado con una utopía que inevitablemente lleva a la frustración”. Claramente el que seamos una sociedad frustrada tiene mucho que ver con el hecho de que buscamos ser felices en donde no encontraremos la felicidad, y sobretodo porque confundimos la felicidad con una emoción, y lo que queremos en realidad es sentirnos alegres, hipermaníacos, o algo similar.
Esa frustración, que a veces se convierte en frustración colectiva y describe ya un modo de ser de una cultura, nos hace pensar que la felicidad es para otras personas y no para mí. Si la felicidad supone riqueza, poder, fama, éxito, etc., definitivamente el mayor número de la población mundial estamos destinados a la infelicidad. Debemos ser sensibles y reflexionar que tener dinero, poder, fama y demás, son cosas que están referidas al ego, buscar la felicidad en ese sentido es buscarla egoístamente. El egoísmo nos hace islas solitarias, nos encierra en la mismidad, de modo que pretender lograr nuestros fines nos hace pasar por encima de todos los demás. Alfonso Aguiló lo explica mejor, y dice que: “Vivir en egoísmo es como vivir en un calabozo: oímos solo nuestra propia voz; hablamos solo de nosotros mismos; solo escuchamos los lamentos de nuestro propio dolor; únicamente captamos la gloria de nuestra propia victoria personal”. Lo que debemos concientizar es que, si el interés es egoísta solo lograremos mayor frustración y amargura.
La felicidad está vinculada con la generosidad y con la entrega personal. ¿No te ha pasado que hacer feliz a otra persona te hace más feliz? ¿Que cuando damos sin pretender recibir a cambio es mucho más grato que si solo recibimos? Para ser felices es necesario aprender a salir de nosotros mismos, estar atentos a la existencia y necesidades de las personas que me rodean, sean conocidos, familiares, amigos e incluso desconocidos. En otras palabras, para conseguir la felicidad debemos practicar el self awareness personal y el self awareness para los otros. Cuando logremos entender que la felicidad supone la donación personal, entonces estaremos en camino de superar los males del individualismo y posiblemente preparados para responder las preguntas sobre el bien y la felicidad. En realidad la situación no es tan compleja porque está en cada uno de nosotros cambiar nuestras creencias y comenzar a comportarnos de una manera distinta en pro de la felicidad personal y común, la tarea es de cada uno de nosotros, el primer paso es lograr una consciencia plena de lo que se requiere, comprender que la felicidad se encuentra en lo cotidiano de la vida, en lo poco, en lo pequeño y lo simple, y como dijo Gandhi, “la felicidad es el camino mismo”.



Comments