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Agotamiento social autista: comprendiendo dificultades y estrategias desde la neurodivergencia

Por Larissa Guerrero





El agotamiento social es una realidad compleja que impacta a personas neurodivergentes. La interacción social puede ser tanto gratificante como agotadora para alguien con autismo, y esta dualidad puede llevar a desafíos significativos en su bienestar emocional y mental. El agotamiento social es un estado emocional y mental de fatiga extrema que resulta de la interacción social prolongada o de ciertas dinámicas sociales, este agotamiento se presenta de manera particularmente desafiante debido a las diferencias neurocognitivas y sensoriales que influyen en cómo percibimos, procesamos y nos relacionamos con el mundo social.


El autismo, desde la perspectiva de la discapacidad en las interacciones sociales, se caracteriza por diferencias significativas en la forma en que procesamos, entendemos, nos comunicamos y nos relacionamos. Las personas autistas podemos tener dificultades para interpretar y utilizar señales no verbales como expresiones faciales, tono de voz o lenguaje corporal por lo que solemos tener malentendidos en las interacciones sociales. El procesamiento de la información social puede ser desafiante, ya que generalmente tenemos dificultades para comprender las sutilezas de las interacciones sociales, como el sarcasmo, la ironía o las indirectas o la falta de literalidad de las personas neurotípicas, ya que no solemos comprender los subtextos ni lo que hay “entre líneas”.


Por otra parte, el hecho de tener intereses especiales y profundos en áreas particulares, estos intereses pueden dominar nuestras conversaciones y no siempre se alinean con los temas de interés social comunes. Además, la capacidad para comprender los pensamientos, sentimientos y creencias de otras personas, para algunos autistas es desafiante, lo que puede impactar la empatía y las relaciones sociales. También cabe mencionar que somos sensibles a cambios en rutinas, nuestros patrones de comportamiento rígidos afectan la adaptación a diferentes contextos sociales. Por todo lo anterior, frecuentemente caemos en el famoso agotamiento social que nos deja completamente drenados, sin cucharas después de haber estado de forma prolongada expuestos a la interacción social.


La interacción social se refiere al intercambio de información, emociones, ideas y comportamientos entre dos o más individuos dentro de un entorno social. Estas interacciones se llevan a cabo a través de diversos canales, como la comunicación verbal, no verbal y simbólica, y pueden ocurrir en una amplia gama de contextos y situaciones. En la interacción social, las personas se relacionan entre sí, establecen conexiones, desarrollan relaciones, intercambian información y se comunican. Esto puede implicar conversaciones, gestos, expresiones faciales, contacto visual, tono de voz, entre otros aspectos comunicativos. Además, las interacciones sociales pueden variar en su duración, desde breves intercambios informales hasta conversaciones más profundas y significativas. Las interacciones sociales son fundamentales para el desarrollo humano, ya que contribuyen al aprendizaje, la construcción de relaciones, el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, así como a la conformación de la identidad individual y grupal. Además, juegan un papel crucial en la transmisión cultural, el establecimiento de normas sociales y la cohesión comunitaria. Sin embargo, nuestras dificultades se centran en la falta de capacidades sociales y comunicativas para llevar una interacción social efectiva y constructiva como lo establece la neuronorma.


Las interacciones sociales pueden abarcar una amplia gama de situaciones a las cuales como autistas nos enfrentamos, no únicamente es socializar con amigos o salir de paseo, la realidad es que nuestra vida diaria está impregnada de interacciones sociales, ser autistas no significa que no seamos sociales. Enlistaré algunas de las interacciones a las que estamos expuestos y son causa de la fatiga social:


  • Conversaciones informales: charlas cotidianas entre amigos, compañeros de trabajo o familiares. Pueden ser sobre intereses compartidos, eventos actuales o simplemente para mantenerse al día.

  • Entrevistas de trabajo: interacciones estructuradas en un entorno profesional donde se discuten habilidades, experiencias laborales y expectativas laborales.

  • Fiestas o eventos sociales: reuniones sociales como cumpleaños, bodas o cenas donde se interactúa con un grupo más grande de personas en un ambiente más relajado.

  • Negociaciones: conversaciones en las que se buscan acuerdos o compromisos, como en el ámbito comercial o personal.

  • Clases o seminarios: interacciones en entornos educativos donde se participa en discusiones, debates o trabajos en grupo.

  • Comunicación no verbal: incluye gestos, expresiones faciales y tono de voz, utilizados para transmitir información, sentimientos o intenciones sin usar palabras.

  • Conversaciones telefónicas: hablar con amigos, familiares o colegas por teléfono para discutir temas personales o profesionales.

  • Reuniones virtuales: interacciones en plataformas de videoconferencia para discutir proyectos de trabajo, socializar o participar en eventos en línea.

  • Redes sociales: comunicarse a través de plataformas como facebook, twitter, instagram, etc., mediante comentarios, publicaciones, mensajes directos o chats.

  • Intercambio de mensajes instantáneos: conversaciones en tiempo real mediante aplicaciones de mensajería como whatsapp, messenger o telegram.

  • Entrevistas de investigación: interacciones donde los investigadores recopilan datos a través de entrevistas para estudios académicos o de mercado.

  • Juegos de rol o teatro: participar en actividades donde se representan roles o personajes, permitiendo prácticas sociales en un contexto lúdico.

  • Asambleas o reuniones comunitarias: interacciones que tienen lugar en entornos comunitarios para discutir temas de interés colectivo.

  • Encuentros en el trabajo: interacciones en el entorno laboral, como discusiones de equipo, presentaciones, reuniones o almuerzos de negocios.

  • Interacciones en el transporte público: conversaciones casuales con desconocidos durante trayectos en autobús, tren o metro.

  • Visitas a parques o espacios públicos: interacciones informales mientras se disfruta de actividades al aire libre, como pasear perros o hacer ejercicio.

  • Grupos de apoyo: participar en reuniones de grupos de apoyo donde se comparten experiencias, emociones y consejos relacionados con temas específicos.

  • Eventos culturales: interacciones en eventos como conciertos, exposiciones de arte o festivales, donde se comparte interés por ciertas expresiones culturales.

  • Entrevistas de admisión: interacciones formales durante entrevistas para acceder a programas educativos, empleos o membresías.

  • Colaboración en proyectos comunitarios: trabajar en equipo en proyectos de voluntariado o comunitarios, fomentando la interacción y cooperación entre vecinos.

  • Citas o encuentros románticos: interacciones en salidas o citas con potenciales parejas, donde se busca conocerse y establecer una conexión emocional.

  • Reuniones familiares: participar en comidas familiares, celebraciones de cumpleaños u otras ocasiones donde se comparte tiempo con parientes.

  • Grupos de estudio: interacciones entre compañeros de estudio para discutir temas académicos, resolver dudas o preparar proyectos.

  • Club de lectura o debate: participar en grupos donde se analizan libros, se debaten temas de interés o se comparten opiniones sobre distintos temas.

  • Conversaciones en cafeterías o restaurantes: interacciones informales con meseros, camareros o con personas en mesas cercanas mientras se comparte una comida o bebida.

  • Clases de ejercicio grupal: interacciones durante clases de yoga, baile, pilates u otros ejercicios, donde se interactúa con compañeros de clase y el instructor.

  • Apoyo en crisis: conversaciones de apoyo emocional con amigos o familiares durante momentos difíciles o situaciones de crisis.

  • Mentoría o tutoría: interacciones entre un mentor y un aprendiz, donde se comparten conocimientos, habilidades y experiencias.

  • Viajes o excursiones en grupo: interacciones durante viajes organizados o excursiones donde se comparte tiempo con un grupo de personas.

  • Ferias o mercados: conversaciones con vendedores o compradores en ferias, mercados locales o eventos comerciales.

  • Reuniones religiosas: interacciones en servicios religiosos, reuniones de congregación o eventos de comunidad religiosa.

  • Conversaciones de networking: interacciones en eventos de networking profesional para establecer contactos, compartir ideas y oportunidades laborales.

  • Colaboración en proyectos creativos: trabajo en equipo en proyectos artísticos, como grupos de música, teatro o creación de arte.

  • Actividades recreativas en grupo: participación en juegos de mesa, actividades al aire libre o videojuegos en grupo, fomentando la interacción y diversión colectiva.

 

Y la lista podría continuar.


Todo lo anterior es problemático para los autistas por diversas razones, mencionaré algunas de las más desafiantes:


  • Sobrecarga sensorial: los estímulos sensoriales en entornos sociales pueden ser abrumadores. Para las personas autistas, la sobreestimulación sensorial puede ser agotadora y generar estrés.

  • Dificultades en la comunicación: interpretar las sutilezas sociales, como las señales no verbales o el lenguaje corporal, puede ser un desafío. Este esfuerzo extra para decodificar la comunicación puede ser agotador.

  • Necesidad de enmascaramiento: muchas personas autistas emplean estrategias de enmascaramiento para adaptarse socialmente, lo que implica un esfuerzo constante por imitar comportamientos neurotípicos. Esta práctica puede ser mental y emocionalmente agotadora.

  • Recuperación posterior a la interacción social: después de interacciones sociales, las personas autistas a menudo requieren tiempo para recuperarse emocionalmente y mentalmente. La necesidad de un descanso post-social puede afectar su energía y bienestar.

  • Ansiedad social: el miedo a cometer errores sociales, la preocupación por encajar o la ansiedad general ante situaciones sociales pueden generar una carga emocional adicional, contribuyendo al agotamiento.

  • Malentendidos sociales: dificultades para interpretar el tono de voz, sarcasmo o intenciones detrás de las palabras, lo que puede llevar a malentendidos en las conversaciones.

  • Sobreestimulación en entornos ruidosos: dificultad para concentrarse o participar en conversaciones en entornos con mucho ruido, como fiestas o eventos concurridos.

  • Agotamiento rápido: fatiga mental y emocional después de períodos cortos de interacción social, requiriendo tiempos de descanso para recuperarse.

  • Dificultades para iniciar o mantener conversaciones: incertidumbre sobre cómo empezar una conversación o mantenerla, lo que puede generar incomodidad en interacciones sociales.

  • Hipersensibilidad emocional: experimentar emociones de manera intensa durante las interacciones sociales, lo que puede dificultar el manejo de situaciones emocionalmente cargadas.

  • Dificultades para interpretar códigos sociales implícitos: falta de comprensión de reglas sociales no explícitas, como saber cuándo es apropiado intervenir en una conversación o cambiar de tema.

  • Desconexión emocional: sentirse desconectado emocionalmente de las interacciones sociales, lo que puede dificultar la conexión con los demás.

  • Incomodidad con el contacto físico: sentir malestar o ansiedad al recibir abrazos, apretones de manos u otros gestos de contacto físico durante las interacciones sociales.

  • Dificultades para leer señales sociales: problemas para identificar o interpretar señales verbales y no verbales, lo que puede llevar a respuestas inadecuadas en las interacciones.

  • Falta de flexibilidad en las interacciones: resistencia o dificultad para adaptarse a cambios repentinos en las conversaciones o en el ambiente social.

  • Dificultades en la empatía cognitiva: problemas para comprender los pensamientos, perspectivas o emociones de los demás, lo que puede afectar la empatía durante las interacciones.

  • Inhibición social: sentirse cohibido o tener dificultades para expresarse plenamente en interacciones sociales, lo que puede limitar la participación activa.

  • Incertidumbre en las reglas sociales: desconocimiento o confusión acerca de las normas y expectativas sociales, lo que puede generar ansiedad durante las interacciones.

  • Sensibilidad a la crítica: sentirse especialmente afectado por la crítica o el rechazo durante las interacciones sociales, lo que puede generar inseguridad o miedo al juicio de los demás.

  • Dificultades para cambiar de tema o mantener el hilo de la conversación: problemas para seguir el flujo de una conversación o cambiar de tema de manera fluida.

  • Preocupación por errores sociales: ansiedad ante la posibilidad de cometer errores sociales o de ser percibido de manera negativa en interacciones.

  • Dificultad para identificar señales de cierre de la interacción: desafío para identificar cuándo es apropiado finalizar una conversación o despedirse en situaciones sociales.

  • Falta de reciprocidad social: dificultad para entender las expectativas sociales de dar y recibir en las interacciones, lo que puede afectar la reciprocidad en las relaciones.

  • Dificultades para regular el volumen o la intensidad de la voz: problemas para ajustar el tono de voz adecuado para diferentes contextos sociales, lo que puede generar incomodidad en las interacciones.

  • Sobrestimulación visual: dificultad para concentrarse o mantener la atención en entornos con mucha información visual, lo que puede resultar abrumador.

  • Dificultad para interpretar el espacio personal: desafíos para entender y respetar los límites de espacio personal, lo que puede generar incomodidad en las interacciones cercanas.

  • Rigidez en rutinas sociales: necesidad de seguir patrones o rutinas específicas en las interacciones sociales, lo que puede limitar la adaptación a situaciones cambiantes.

  • Problemas con el tiempo verbal o la narrativa: dificultad para organizar o contar historias de manera secuencial o coherente en conversaciones.

  • Desconexión durante grupos grandes: sentirse desconectado o abrumado en interacciones con grupos grandes de personas, lo que puede dificultar la participación activa.

  • Hipervigilancia social: estar constantemente alerta o vigilante durante las interacciones sociales, lo que puede generar estrés o ansiedad.

  • Dificultades para expresar emociones: problemas para comunicar o expresar emociones de manera adecuada en interacciones sociales.

  • Dificultad para leer el contexto social: desafíos para comprender o adaptarse al contexto social en el que se desarrolla una interacción.

  • Agotamiento por interpretación constante: fatiga mental debido al esfuerzo constante requerido para interpretar señales sociales durante las interacciones.

  • Respuestas rígidas o monotemáticas: tendencia a ofrecer respuestas cortas o enfocadas en un solo tema durante las conversaciones, lo que puede limitar la fluidez en la interacción.

 

Cuando estamos interactuando en diferentes contextos nuestro cerebro tiene que ir a una velocidad exorbitante para poder manejar todas estas dificultades que se nos presentan. Las dificultades en las interacciones sociales de nosotros los autistas están relacionadas con diferencias en la conectividad y procesamiento neuronal, y estas diferencias pueden influir en cómo interpretamos y manejamos estas situaciones. En el cerebro un autista, tiene variaciones en la conectividad neuronal, especialmente en áreas asociadas con el procesamiento sensorial, la percepción social y la integración de información. Estas diferencias pueden influir en la forma en que se procesan y se responden a las señales sociales. Cuando se trata de interpretar señales sociales, como las expresiones faciales, el cerebro de una persona neurotípica tiende a activar áreas como la corteza prefrontal y las regiones del cerebro asociadas con la empatía y la teoría de la mente. Sin embargo, en individuos con autismo, estas áreas pueden mostrar una conectividad atípica o menor activación, lo que puede dificultar la interpretación de las señales sociales.


En el caso del manejo de estas dificultades, la regulación emocional y la adaptación a los cambios sociales pueden ser procesos desafiantes. Las áreas del cerebro relacionadas con la autorregulación emocional, como la amígdala y la corteza prefrontal, pueden mostrar diferencias en su funcionamiento o conectividad en autistas, lo que puede influir en la forma en la que manejamos la ansiedad, el estrés o la sobreestimulación sensorial durante las interacciones sociales. Además, el procesamiento de la información durante las interacciones sociales implica la integración de múltiples señales: verbal, no verbal y contextual, el procesamiento atípico o la sobrecarga sensorial pueden dificultar la integración fluida de estas señales, lo que afecta la capacidad para seguir el hilo de la conversación, interpretar el tono de voz o comprender las sutilezas de la comunicación no verbal. Las diferencias neurobiológicas en la conectividad cerebral y el procesamiento de la información social pueden influir en estas dificultades experimentadas durante las interacciones sociales. Estos procesos pueden variar ampliamente entre personas, pero en general, implican alteraciones en la percepción, procesamiento y respuesta a las señales sociales en el cerebro y tratar de llevar el ritmo de los demás es desgastante y abrumador.


La combinación de todos los factores que mencionamos anteriormente contribuye a un agotamiento más rápido durante las interacciones sociales. Este agotamiento nos lleva a una necesidad de retirarnos y recargar energías después de períodos de interacción social. Esta fatiga social puede variar en intensidad según la persona y el contexto específico de la interacción.


Tener un plan estratégico para evitar la fatiga social es fundamental para el bienestar y la calidad de vida. ¿qué debemos hacer y procurar?

  • Entornos sensorialmente amigables: acudir a entornos menos estimulantes sensorialmente puede reducir el estrés. Espacios tranquilos o la posibilidad de usar auriculares con cancelación de ruido pueden ser de gran ayuda.

  • Comunicación clara y directa: fomentar la comunicación verbal clara y directa puede aliviar la ansiedad asociada con las señales no verbales. El uso de palabras explícitas y concretas puede ser beneficioso para facilitar la comprensión.

  • Promoción de la autenticidad: crear espacios donde las personas autistas podamos sentirnos cómodas siendo auténticas y sin tener que enmascarar nuestro verdadero ser, lo que puede reducir la carga social.

  • Apoyo social informado: proporcionar apoyo informado sobre autismo a amigos, familiares y entornos sociales puede fomentar una comprensión más profunda y una interacción más respetuosa.

  • Apoyo a la autoregulación emocional: tener herramientas y estrategias para la autorregulación emocional puede ayudar a gestionar la ansiedad y el estrés durante las interacciones sociales. Técnicas como la respiración consciente o el uso de un espacio de descanso pueden ser útiles.

  • Establecimiento de límites claros: establecer límites y tomar descansos durante las interacciones sociales puede ayudar a manejar la fatiga y la sobreestimulación.

  • Flexibilidad en las expectativas sociales: adaptar las expectativas sociales para permitir diferentes estilos de comunicación y comportamiento puede reducir la presión y el estrés asociados con el cumplimiento de normas sociales rígidas.

  • Tiempo de recuperación después de interacciones sociales: reconocer y respetar la necesidad de tiempo para recuperarse después de interacciones sociales extenuantes puede ser crucial para evitar la fatiga continua.

  • Entrenamiento en habilidades sociales: un entrenamiento y apoyo para desarrollar habilidades sociales específicas, como la interpretación de señales no verbales o la comprensión de reglas sociales implícitas, puede mejorar la confianza y la comodidad en situaciones sociales.

  • Apoyo individualizado: tener apoyo individualizado según las necesidades específicas de cada autista puede ser fundamental. El entendimiento de las diferencias individuales y la adaptación de estrategias a estas diferencias es crucial para un apoyo efectivo.

  • Promoción del autocuidado: contar con herramientas y estrategias específicas para manejar la fatiga social, fomentando la autorregulación emocional y la atención a las propias necesidades.

  • Reducción del estrés: al tener un conjunto de estrategias preparadas, se reduce la ansiedad asociada con las interacciones sociales. Esto puede ayudar a minimizar la anticipación negativa y el estrés previo a las situaciones sociales.

  • Mejora en la autonomía: empoderamiento para tomar decisiones informadas sobre cómo manejar mejor las interacciones sociales y cómo regular nuestra participación.

  • Facilitación de la adaptación: contar con estrategias de adaptación a entornos cambiantes o situaciones imprevistas durante las interacciones sociales, reduciendo la incertidumbre y la sobrecarga cognitiva.

  • Fomento de la comodidad: al tener un plan claro y personalizado, se crea un entorno más cómodo y seguro para enfrentar situaciones sociales, lo que puede incrementar la confianza y la disposición para participar.

  • Reducción de la fatiga y el agotamiento: el uso de estrategias específicas puede ayudar a manejar la carga sensorial, emocional y cognitiva, reduciendo así la fatiga social y el agotamiento asociado con las interacciones.


En resumen, tener un plan estratégico para evitar la fatiga social proporciona herramientas prácticas, mejora la autonomía y el bienestar emocional, y facilita una participación más cómoda y significativa en las interacciones sociales para las personas autistas. Ahora ya conoces la razón de tú fatiga social y podrás realizar un plan para tu bienestar.

 

 

 

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