Libertad y compromiso: Una mejor versión d nosotros mismos
- Larissa Guerrero

- Oct 27, 2018
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Paradójicamente los seres humanos estamos condenados o determinados a ser libres, esta afirmación al parecer es algo pesimista, sin embargo, es simplemente una observación objetiva, pues no tenemos de otra, más que ser libres. La configuración natural del ser humano es ser libre, así nos programaron y no puede ser de otra forma; ello implica que necesariamente somos libres (la paradoja). La verdadera libertad es libertad de ejercicio, es decir, tenemos que actuar en pro de las decisiones que tomamos, y además debemos hacernos responsables de aquello que hemos elegido, lo que nos lleva a empoderarnos.
Coloquialmente solemos comprender a la libertad como una capacidad ilimitada, como un poder supremo que tenemos los seres humanos de ir y venir por donde queramos, de hacer y deshacer lo que deseamos, y muy en específico pensamos que la libertad supone estar libre de cualquier atadura o compromiso. En realidad no hay nada más equivocado que todo lo anterior, pues la libertad se enmarca por una serie de límites muy concretos, empezando por nuestra naturaleza específica. La sociedad por su parte también es una limitante en el sentido del bien común, es necesario pensar también en las libertades y derechos de los otros. La libertad lejos de ser algo así como estar “libre de ataduras” es compromiso, ya que la elección implica (por necesidad) compromiso. La persona entre más comprometida este con un fin elegido posee mayor libertad de ejercicio. La libertad es la relación entre dos conceptos opuestos y en tensión: libertad y compromiso, o libertad y responsabilidad.
Compromiso significa por su etimología latina, ‘obligación que se ha adquirido’, y responsabilidad alude al hecho de hacer frente moralmente al compromiso adquirido, es decir, cumplir con la obligación. Lo anterior inmediatamente hace que se nos haga un corto circuito en las neuronas (por decirlo así), pues aparentemente obligación y libertad son términos contradictorios, como lo son el día y la noche, el blanco y el negro o el frío y el calor, es imposible que coexistan al mismo tiempo y en el mismo espacio. Pero no, no es así. Obligación y libertad son opuestos, mas no términos contradictorios, sostienen una oposición subalterna. Esto supone que los términos se relacionan a partir de la acción o el ejercicio de la voluntad, pues lo que decidimos libremente como obligación, por compromiso es un resultado de la propia libertad. “Yo elijo ser abogado” implica una elección libre que inmediatamente genera un compromiso y una obligación en tanto ejercicio para estudiar y cumplir profesionalmente; lo mismo pasa al elegir una pareja, un crédito, una familia, una carrera, una meta, un deporte, una afición o incluso un sueño. Elegir es comprometerse a… ser fiel, pagar, cuidar, ejercer, lograr, entrenar, disfrutar, realizar.
En muchas ocasiones, en terapia filosófica o en el coaching de vida se trata el tema de la libertad con los clientes. Es un hecho que a todos nos causa mucha ansiedad sentir o pensar que vamos a perder nuestra libertad si nos comprometemos con algo o alguien, creemos que nos la quieren quitar y eventualmente surge la sensación de estar atrapado, también creemos que podemos arrebatar a alguien su libertad porque se convierte en un algo que nos pertenece. Lo primero que yo siempre explico es que la libertad no se puede perder nunca. Ni siquiera encerrados en una prisión o en un campo de concentración como bien lo expresó Viktor Frankl, quien decía que “al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino”.
Es la libertad interior la que a todos y a cada uno de nosotros nos otorga un sentido y una existencia significativa. Para Frankl “en esa decisión personal reside la posibilidad de atesorar o rechazar la dignidad moral que cualquier situación difícil (o no) ofrece al hombre para su enriquecimiento interior”, y esto en otras palabras es resiliencia. Esta decisión implica precisamente el compromiso y la responsabilidad de la que hablaba antes, no hay libertad interior sin elección, y no hay elección sin compromiso. No es posible perder la libertad, pues ser libre no es sinónimo (y disculpen la expresión) de ‘andar suelto’, sin cadenas o correa, no es sinónimo de tener un abanico de posibilidades infinito e intacto. Tener opciones obviamente es parte de ejercer la libertad, pero no somos más libres por tener siempre todas las opciones abiertas o en espera, o suspendidas en el limbo. Las opciones están ahí para que escojamos entre todas ellas las que más nos acercarán a cumplir nuestros objetivos. Escoger una sola opción o algunas cuantas del infinito mundo de posibilidades que existe evidentemente causa angustia, pero decidirse por una sola opción entre muchos no nos hace menos libres, sino por el contrario nos hace crecer en libertad.
Si ser libre significara tener las más opciones posibles, tener ese abanico de posibilidades abierto siempre, entonces para ser libres bastaría hacer absolutamente nada, quedarnos tumbados en la cama todo el día, sin comer, sin vestirnos, sin andar, sin pensar, sin ver… de esa forma nuestras opciones siempre serían inagotables y casi infinitas, pero me parece que esa no es la libertad que le corresponde a nuestra especie. Ser libre tampoco significa poder volar por los aires como el águila, pero aunque es una linda metáfora eso es imposible ya que en nuestra naturaleza no está la capacidad de volar, además las águilas vuelan tras un objetivo que cumplen irremediablemente, para ellas volar es su trabajo como decidir el nuestro.
La libertad no se pierde, más bien crece con su ejercicio, crece cada vez que nos decidimos a, que nos comprometemos con, que actuamos para y que nos libramos de. Esto último solo tiene sentido al entender la libertad para. La libertad para supone actuar en pro de una acción positiva que nos hará mejores personas, libertad para ser que surge de esa libertad interior. La libertad de, es aquella que al decidir nos lleva a delimitar y optar por una opción y ser libres de todo lo demás que nos pone trabas o nos limita, libertad de no ser reprimido, limitado, o de librarme de todo aquello que me aleja de la finalidad que he escogido libremente, como lo son las emociones negativas, las creencias distorsionadas o los patrones de conducta nocivos.
La libertad es simplemente una herramienta que tenemos los seres humanos para lograr una vida digna, para ser aquello que queremos llegar a ser. La libertad nos ayuda a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, pues la libertad no es la finalidad sino el medio ya que el fin es uno mismo. No vivimos para ser libres sino que somos libres para vivir una vida plena con sentido y significado. La libertad que poseemos es vectorial puesto que debemos darle a nuestra vida una dirección y un sentido. No debemos tener miedo de escoger, comprometernos y hacernos responsables, al contrario, seremos más libres y más felices al entender que el camino que seguimos lo hemos decidido libremente, que al ejercer nuestra libertad responsablemente nos empoderamos, nos hacemos dueños y señores de nuestras vidas. Aunque tomar la vida en las propias manos requiere valentía y no necesariamente es sencillo pero vale la pena el viaje.



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