Discalculia y autismo: Desafíos y estrategias de apoyo
- Larissa Guerrero
- Oct 30, 2024
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Por Larissa Guerrero Ph. D

La discalculia y el autismo, como expresiones de la neurodivergencia, generan una serie de dificultades específicas cuando se presentan de manera conjunta. La discalculia no solo implica una alteración en el manejo de conceptos numéricos y secuenciales, sino que también afecta la percepción y organización del tiempo y del espacio. Las personas con discalculia tenemos dificultades para comprender magnitudes, realizar estimaciones y organizar eventos en una secuencia lógica, lo cual incluye la capacidad de planificar el tiempo y medir distancias o dimensiones espaciales. Esta alteración va más allá de la aritmética y se extiende a tareas diarias como calcular cuánto tiempo tomará una actividad o cómo llegar a un lugar determinado. En el autismo, estas dificultades se ven amplificadas debido a diferencias en la forma en que se procesa la información sensorial y cognitiva. El procesamiento en el autismo tiende a ser menos lineal y más fragmentado, con una tendencia hacia el monotropismo y la hiperfocalización en detalles específicos, lo cual contribuye a una percepción diferente del tiempo y del espacio. Como resultado, el manejo de tareas cotidianas y la adaptación a los patrones convencionales de organización numérica y espacial se vuelven desafiantes, afectando tanto la independencia personal como la participación efectiva en contextos sociales, académicos y laborales.
Neurológicamente, la combinación de discalculia y autismo presenta alteraciones bien documentadas en áreas específicas del cerebro. Butterworth et al. (2011) y Kucian et al. (2011) han identificado variaciones en el desarrollo del lóbulo parietal, particularmente la región intraparietal, la cual desempeña un papel fundamental en la representación y manipulación de magnitudes numéricas. Esta región es responsable de integrar la información cuantitativa y espacial, permitiendo que las personas comprendan las relaciones entre cantidades y su lugar en el espacio. En personas con discalculia, el lóbulo parietal presenta menor actividad y conectividad, lo cual deriva en una percepción imprecisa y desorganizada de las cantidades y el espacio. Cuando la discalculia se presenta junto con el autismo, las dificultades se amplifican debido a la falta de conectividad eficiente entre el lóbulo parietal y el lóbulo frontal, según reportaron Matejko y Ansari (2015). Esta desconexión afecta la capacidad de procesar información de manera secuencial, organizar el espacio y el tiempo, y planificar actividades que requieran coordinación de múltiples pasos.
El lóbulo frontal, responsable de funciones ejecutivas como la planificación, la toma de decisiones y la inhibición de respuestas automáticas, muestra una menor sincronización con el lóbulo parietal en quienes presentamos discalculia y autismo. Esta falta de integración dificulta la estructuración de tareas que requieren cálculos matemáticos, el entendimiento de patrones temporales, y la capacidad de predecir y secuenciar eventos. Como consecuencia, el cerebro necesita utilizar rutas alternativas que no siempre son eficientes, lo cual genera una mayor carga cognitiva y una percepción constante de agotamiento al realizar actividades que involucran cálculos o la planificación de eventos cotidianos. Estas rutas alternativas pueden incluir estrategias como la visualización mental constante de pasos intermedios, el uso repetido de herramientas externas como calculadoras o aplicaciones de calendario, o la necesidad de descomponer tareas en pasos extremadamente detallados para evitar errores. Este esfuerzo adicional explica por qué actividades que para otros son automáticas, como seguir una receta de cocina, calcular el cambio en una tienda o incluso realizar tareas sencillas de organización, pueden ser tan complejas y agotadoras para nosotros.
Desde la perspectiva genética, Shalev et al. (2005) identificaron genes específicos implicados tanto en la discalculia como en el autismo. Estos genes están relacionados con la plasticidad sináptica y la migración neuronal, factores fundamentales para la formación de conexiones cerebrales eficientes. Cuando estos genes presentan variaciones, se dificulta el establecimiento de redes neurales que permiten el procesamiento efectivo de cantidades, secuencias y patrones espaciales. Esto ayuda a explicar por qué como autistas tenemos una mayor incidencia de discalculia, ya que ambos neurotipos comparten una base genética que afecta el desarrollo del cerebro en aspectos clave para la comprensión numérica y la organización temporal y espacial.
La investigación de Butterworth et al. (2011) señala que la representación mental de las cantidades en el cerebro de una persona con discalculia es difusa y no está bien diferenciada, lo cual hace que incluso los cálculos más simples puedan ser un reto. Cuando la discalculia y el autismo se presentan juntos, las dificultades aumentan considerablemente debido a la afectación en la integración de la información visual y espacial, lo cual genera problemas adicionales para interpretar señales del entorno y organizar acciones de manera efectiva. Esta situación afecta la capacidad de anticipar los pasos necesarios para completar tareas, como preparar una comida o llegar a un destino, incrementando la dependencia de apoyos externos para lograr una secuenciación adecuada y eficiente. La gestión del tiempo representa un desafío debido a la dificultad para anticipar la duración de las actividades y organizar eventos en secuencia. Las alteraciones en la conectividad cerebral, especialmente entre los lóbulos parietal y frontal, afectan la habilidad de planificar de forma efectiva.
Como resultado, actividades cotidianas requieren un mayor esfuerzo consciente y el uso de estrategias alternativas como apoyos visuales o aplicaciones tecnológicas, necesarias para reducir el estrés y aumentar la autonomía.
En el contexto educativo, la coexistencia de discalculia y autismo genera retos importantes que afectan el proceso de aprendizaje y la inclusión en el aula. Las personas con estas características neurocognitivas solemos tener dificultades significativas para seguir el ritmo de las clases, en particular en asignaturas que requieren habilidades numéricas o la gestión del tiempo, como matemáticas y ciencias. Las metodologías educativas convencionales, que dependen en gran medida de la instrucción secuencial y de la memorización de procedimientos matemáticos, no suelen adaptarse a las necesidades de estos estudiantes, lo cual incrementa su nivel de frustración y genera sentimientos de insuficiencia. La falta de adaptaciones adecuadas en el entorno educativo puede llevar a que estos estudiantes se sientan excluidos y no puedan demostrar sus verdaderas capacidades en áreas donde sí podrían destacar, como la creatividad, el pensamiento crítico, o el análisis de detalles complejos. Para mejorar la inclusión de estudiantes con discalculia y autismo, es esencial implementar estrategias que aborden ambas necesidades de manera integral. Algunas estrategias específicas incluyen:
Procesamiento de información gradual: En lugar de presentar grandes cantidades de información a la vez, se recomienda desglosar los problemas y conceptos matemáticos en componentes más pequeños y manejables. Esto permite al estudiante procesar cada parte de forma independiente, evitando la sobrecarga cognitiva que puede resultar de la presentación de información compleja en su totalidad.
Conexión multimodal: Utilizar diferentes modalidades sensoriales para enseñar conceptos matemáticos y secuenciales. Por ejemplo, combinar la representación visual (gráficas o diagramas) con la manipulación física (materiales concretos) y el apoyo verbal. Esta técnica puede ayudar a compensar las áreas afectadas por la discalculia y reforzar la comprensión a través de múltiples vías de procesamiento.
Uso de secuenciadores visuales: Emplear secuenciadores visuales, como diagramas de flujo o líneas de tiempo, para representar claramente los pasos de un problema matemático. Este enfoque permite visualizar el proceso secuencial de una tarea, facilitando la organización y disminuyendo la confusión que surge al intentar recordar cada paso de manera lineal sin apoyo visual.
Repetición espaciada y consolidación activa: Esta estrategia se basa en reforzar la información a intervalos determinados, lo que facilita el establecimiento de conexiones neuronales más sólidas y duraderas, esenciales para la memoria de trabajo y el aprendizaje de secuencias complejas.
Apoyo contextual para el manejo del tiempo: Dado que la percepción del tiempo está afectada, se pueden utilizar temporizadores visuales y horarios claramente estructurados para ayudar a los estudiantes a entender el paso del tiempo y organizar sus actividades. Esto les proporciona una referencia constante que ayuda a internalizar el concepto de duración y reduce la ansiedad asociada con la planificación.
Desarrollo de estrategias individualizadas: Trabajar con cada estudiante para identificar las estrategias que mejor se adaptan a sus fortalezas y desafíos específicos. Algunas personas pueden beneficiarse más de la visualización mental, mientras que otras pueden requerir el uso constante de ayudas tecnológicas o manipulativas. La clave es adaptar las estrategias de acuerdo con las formas individuales de procesamiento de cada estudiante.
Apoyo neuropsicológico integral: Colaborar estrechamente con neuropsicólogos que puedan evaluar las funciones cognitivas específicas de cada estudiante, proporcionando una visión detallada de las áreas de fortaleza y dificultad. Esta evaluación permite ajustar las estrategias pedagógicas a las necesidades individuales, optimizando el proceso de aprendizaje y reduciendo la frustración.
Estas estrategias buscan crear un entorno educativo inclusivo que no solo se enfoque en la enseñanza de conceptos matemáticos, sino que también tenga en cuenta las necesidades de procesamiento cognitivo características de la discalculia y el autismo, favoreciendo una experiencia de aprendizaje más equilibrada y efectiva.
El impacto emocional de estas dificultades también se debe considerar. Enfrentar constantes expectativas numéricas que no podemos cumplir genera frustración, ansiedad y un sentimiento constante de alienación. Estudios en neurociencia, como el de Herman et al. (2016), han demostrado que la exposición continua a situaciones de estrés derivadas de estas dificultades incrementa la actividad de la amígdala, una región clave en la respuesta al estrés y la regulación de las emociones. Esta hiperactivación genera un aumento en los niveles de cortisol, que contribuye a un estado de estrés crónico. En el autismo, la respuesta al estrés es aún más intensa, ya que la conectividad reducida entre la amígdala y la corteza prefrontal dificulta la regulación de las emociones, creando un ciclo continuo de ansiedad anticipatoria y evitación. Este ciclo puede llevarnos a evitar situaciones donde se nos exige el manejo de habilidades cuantitativas, reforzando aún más la sensación de incompetencia y alienación.
Para afrontar el impacto emocional de la discalculia, se pueden implementar varias estrategias y acomodaciones que incluyan:
Apoyo individualizado y multidimensional: Trabajar con un equipo multidisciplinario que incluya educadores especializados, terapeutas ocupacionales, y profesionales de salud mental puede ayudar a abordar las emociones de ansiedad y frustración, y a implementar estrategias prácticas que se adapten a las necesidades del día a día. En lugar de enfoques conductuales que son contraproducentes para autistas, es preferible el uso de enfoques neuroafirmativos que respeten la identidad neurodivergente.
Reducción de demandas matemáticas: Ajustar las expectativas y reducir la presión sobre las habilidades cuantitativas en entornos educativos y laborales, proporcionando alternativas para completar tareas que impliquen el uso de números. Esto ayuda a disminuir la ansiedad y permite que las personas se concentren en sus áreas de fortaleza.
Creación de entornos seguros: Establecer un entorno en el que los errores se vean como parte del proceso de aprendizaje en lugar de fracasos. Esto incluye ofrecer retroalimentación positiva y asegurarse de que los estudiantes o trabajadores sientan apoyo y comprensión, disminuyendo la sensación de incompetencia.
Técnicas de regulación emocional: Enseñar y practicar técnicas de regulación emocional, como la respiración profunda, la meditación guiada o el uso de objetos sensoriales, puede ser útil para manejar los episodios de estrés que se desencadenan por las dificultades cuantitativas.
Apoyo social y redes de pares: Facilitar la creación de redes de apoyo entre pares, donde los individuos puedan compartir experiencias similares, es una estrategia importante para reducir la sensación de alienación. Sentirse comprendido por otros con experiencias similares puede ayudar a aliviar la carga emocional.
Acomodaciones en evaluaciones y tareas: En el ámbito educativo, proporcionar más tiempo para completar evaluaciones o permitir el uso de herramientas auxiliares, como calculadoras, puede ayudar a reducir el estrés asociado con la discalculia y dar a los estudiantes una oportunidad justa de demostrar su comprensión sin la presión adicional del manejo numérico.
A nivel social, la falta de un diagnóstico temprano y la subestimación de nuestras capacidades debido a las dificultades numéricas tiene un efecto significativo en nuestras vidas. Las dificultades en el manejo de cantidades suelen ser malinterpretadas como una falta general de capacidad o de interés, lo cual genera un estigma que limita nuestras oportunidades académicas, laborales y sociales. La investigación de Shalev et al. (2005) resalta cómo esta percepción errónea contribuye a generar barreras innecesarias que dificultan el acceso a recursos y el desarrollo personal. Este estigma suele derivar en una falta de confianza en nuestras habilidades, lo cual limita nuestro potencial para destacar en áreas donde nuestras fortalezas realmente podrían brillar, como la creatividad y el pensamiento analítico. Para mitigar estos efectos, es fundamental la sensibilización sobre la discalculia y el autismo, así como la implementación de programas de apoyo y adaptación que permitan a las personas demostrar su verdadero potencial sin los prejuicios que las limitaciones numéricas suelen imponer.
En el contexto laboral, es importante que los empleadores reconozcan nuestras capacidades más allá de nuestras limitaciones numéricas. Se deben fomentar ambientes laborales inclusivos que proporcionen las herramientas necesarias para desempeñar nuestras funciones sin que estas dificultades se conviertan en un obstáculo insuperable. Esto puede incluir la implementación de tecnologías de asistencia, como software que facilite cálculos o herramientas de organización visual, así como la asignación de tareas que se alineen mejor con nuestras fortalezas. Al valorar la diversidad cognitiva y adaptar las expectativas laborales, se pueden implementar estrategias como la mentoría específica para apoyar en áreas de dificultad, la flexibilidad en los métodos de trabajo, y la capacitación de los compañeros para crear un entorno de apoyo. De esta manera, podemos contribuir de manera significativa y demostrar nuestras habilidades en otras áreas de la vida profesional.
Ante estos desafíos, resulta fundamental fomentar una mayor comprensión y aceptación de nuestras necesidades y capacidades. No se trata simplemente de identificar las áreas de dificultad, sino de crear entornos educativos y laborales que acomoden nuestras particularidades y ofrezcan oportunidades reales para demostrar nuestras fortalezas. Las investigaciones sobre las bases neurológicas y genéticas de la discalculia y el autismo demuestran que estas diferencias no son una cuestión de falta de voluntad o de capacidad intelectual general, sino una manifestación legítima de una forma diversa de procesar y entender el mundo. Una perspectiva neuroafirmativa reconoce la importancia de entender las habilidades matemáticas desde una diversidad de formas de aprender y conceptualizar el entorno. Se deben promover ajustes que permitan que aquellos de nosotros que vivimos con estas condiciones tengamos acceso a apoyos concretos, como el uso de ayudas visuales, el desglosamiento de problemas en partes más manejables, y el acceso a tecnologías que faciliten el cálculo y la organización. Además, la sociedad debe reconocer y valorar las capacidades que sí tenemos, más allá de nuestras dificultades numéricas, creando espacios de inclusión donde la diversidad cognitiva sea vista como un recurso valioso y no como una limitación.
En conclusión, la discalculia en combinación con el autismo representa un perfil neurodivergente que enfrenta desafíos particulares en el manejo de información numérica y secuencial. Las bases neurológicas y genéticas explican en gran medida estas dificultades, mostrando cómo las diferencias en el desarrollo del lóbulo parietal y en las conexiones cerebrales afectan la capacidad para realizar cálculos y comprender patrones. Estos desafíos tienen un impacto importante en la vida diaria y el bienestar emocional, incrementando el riesgo de estrés crónico y ansiedad debido a la constante exposición a expectativas no cumplidas. Sin embargo, la clave para mitigar estos efectos reside en la comprensión y aceptación de nuestras diferencias, en la creación de entornos que acomoden nuestras necesidades, y en la valoración de nuestras fortalezas, permitiendo así una inclusión real y significativa que respete y afirme nuestra neurodivergencia.

Referencias:
Butterworth, B., Varma, S., & Laurillard, D. (2011). Dyscalculia: From Brain to Education. Science, 332(6033), 1049-1053. https://doi.org/10.1126/science.1201536
Herman, J. P., McKlveen, J. M., Ghosal, S., Kopp, B., Wulsin, A., Makinson, R., ... & Myers, B. (2016). Regulation of the Hypothalamic-Pituitary-Adrenocortical Stress Response. Comprehensive Physiology, 6(2), 603-621. https://doi.org/10.1002/cphy.c150015
Kucian, K., Grond, U., Rotzer, S., Henzi, B., Schönmann, C., Plangger, F., Gälli, M., Martin, E., & von Aster, M. (2011). Mental number line training in children with developmental dyscalculia. NeuroImage, 57(3), 782-795. https://doi.org/10.1016/j.neuroimage.2011.01.070
Matejko, A. A., & Ansari, D. (2015). Drawing connections between white matter and numerical and mathematical cognition: A literature review. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 48, 35-52. https://doi.org/10.1016/j.neubiorev.2014.11.006
Shalev, R. S., Manor, O., & Gross-Tsur, V. (2005). Developmental dyscalculia: A prospective six-year follow-up. Developmental Medicine & Child Neurology, 47(2), 121-125. https://doi.org/10.1017/s0012162205000216
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